domingo, 2 de noviembre de 2014

SU MAJESTAD, EL ENANO FASCISTA

SU MAJESTAD, EL ENANO FASCISTA

Sobrevolando los más oscuros intersticios del aparato psíquico de cualquier hijo de vecino, pueden intuirse algunas voces corporizadas en un material extraño que no es materia, nunca estudiada por los científicos ni descripta por ningún profeta en libro sagrado alguno.  Sin embargo, los más recónditos e inverosímiles sitios lejanos que pueden verse en fotografías satelitales provenientes de alguna galaxia distante a incontables años luz, carecen de la complejidad estética que se alcanzan a ver en estas imágenes fantasmagóricas pero terrenales, ubicadas en el corazón mismo de la topografía cerebral.  Los surcos surcados por el viajero, las cisuras profundas navegadas y los circuitos electrificados sorteados pintan un enigmático paisaje que invita a la estupefacción.
Ese terreno para llegar al aparato psíquico es físico y tangible. Es verdad: ya han buceado por allí muchos aparatos de última generación, pero nunca nadie antes había llegado a aquél lugar que no es un lugar, sino una instancia inmaterial, o mejor dicho, un par de instancias inmateriales. Muchos me dirán que el viejo Sigmund ha descripto con creces tales cuestiones y tengo que darles la razón. Pero el vienés lo ha hecho recurriendo a la descripción abstracta, ningún sentido humano ha podido, hasta hoy, penetrar en esos sitios inmateriales. El psicoanálisis escucha la voz concreta de un sujeto y analiza sus palabras; luego saca sus propias conclusiones a través de la abstracción. Nunca la ciencia ha conseguido ver ni escuchar nada por allí. Los neurólogos y sus ultratecnológicos aparatos han visto los surcos, han logrado percibir las luminarias que se encienden en forma alternada, pero siempre encontraron una barrera impasable de lo material a lo inmaterial. Todos sabemos que el aparato psíquico está allí dentro, presente en algún ¿espacio?, como un vacío microcósmico, y también aprendimos del viejo que en ese enigmático ente hay férreas disputas de poder, sufrimiento, desasosiego, ocultamientos, represión y lucha por la libertad.
¿Y qué hay allí dentro? Está todo el Ser, todo lo que nuestro cuerpo desenfunda o esconde, todo lo que nuestra lengua suelta o amarra, todo lo que nuestro animal feroz instintivo reclama y no consigue cuando pierde la disputa con el animal social y racional con el que convive en un tira y afloje, en una guerra sempiterna y omnipresente. Están nuestras impostergables pretensiones, pero también están nuestras necesarias represiones. Queremos todo, pero el todo no nos está permitido.
El Superyó es una de las instancias que componen el aparato psíquico del ser humano. El Superyó se forja con el sepultamiento del Complejo de Edipo, cuando el niño comprende que no puede ser el falo de la madre. Allí, el sujeto comprende que existe la ley, que hay normas de convivencia que debe respetar, y deja, a regañadientes, su narcisismo. Se da cuenta de que en el mundo existen otros sujetos, que no puede reclamarle a los demás que cumplan con sus deseos. Entiende que los otros no son sus súbditos, que existen reglas que regulan las relaciones sociales y que debe respetar al otro. Sabe que debe reprimir muchos de sus impulsos.
Ahora bien, hay sujetos que no logran la completud de su aparato psíquico o, si la logran, lo hacen de forma incompleta, conflictiva. En el primero de los casos se genera una psicosis, en el segundo, una neurosis.
Todos tenemos impulsos provenientes de nuestro "Ello", que es otra de las instancias del aparato psíquico, es el bebé en estado puro, el que quiere que se cumplan todos sus deseos. Pero, una vez instaurado el Superyó, reconoce que no puede hacer todo lo que sus impulsos le piden.
Una tarde, viajando en tren sentado, me dispuse a leer un libro que llevaba bajo el brazo. Pero a cada intento de hacerlo, era interrumpido por el grito de un vendedor. Mi primer pensamiento fue: "La puta madre, ¿por qué no prohíben a estos vendedores?" Claro, un hombre de bien como yo, ¿por qué debería soportar que estos vagos no me permitan leer mi libro? Al instante, recapacité y me dije: "No puedo ser tan facho". Mi "Ello", mi egocentrismo, mi narcisismo pugnaban por salir, por imponerse, pero mi superyó consiguió triunfar y reprimir a mi primer impulso.
Los que no consiguieron construir su Superyó, no tienen la capacidad de reflexionar y cuestionar sus impulsos primarios. No han internalizado la ley, no han sepultado su narcisismo.
Otra vez escuché a una mujer decir, cuando el colectivo en el que viajaba se detuvo por varios minutos: "Si son los piqueteros, los tiramos al riachuelo". Claro, fue un impulso primario que no supo reprimir. Mi duda es: ¿No son los neofascistas sujetos que no han constituido su aparato psíquico o, si lo constituyeron, lo hicieron en forma incompleta? ¿No es el neofascismo un tipo de neurosis o de psicosis? Porque el neofascista es incapaz de reflexionar sobre sus impulsos primarios. No puede ponerlos en tela de juicio, no es capaz de replantearse sus pensamientos narcisistas. Porque su Superyó no existe o está mal constituido.
Asimismo, considero que todos tenemos al famoso "enano fascista" adentro. Es ese ser egocéntrico poseído por el narcisimo, ese perverso polimorfo adorador de sus placeres más bajos. Su Majestad, el enano fascista, -heredero directo de Su Majestad el bebé-, cree que el mundo debe satisfacerlo en todo. Se somete con insospechada servidumbre a sus pulsiones elloicas, atropellando, impiadoso, a todo objeto que se mueve a su alrededor. Si lo dejamos suelto, el enano fascista se apropia de nuestros pensamientos y actos. El enano crece en nuestro interior inmaterial cuando no somos capaces de acomodarnos a los otros, cuando no conseguimos reprimirlo con la reflexión y el entendimiento. El enano fascista, egoísta, feroz, tirano, debe ser combatido en el campo de batalla de nuestro aparato psíquico por el principio de realidad, por la acomodación al mundo y por el respeto al Otro. Los fachos que pululan por este mundo no gozan del privilegio de la reflexión y del respeto por el Otro. No saben, no pueden, o no quieren, reprimir a su enano fascista. No han conseguido asirse del principio de realidad, del respeto al Otro: son seres antisociales, inadaptados, majestades que no han conseguido superar la etapa primitiva de su constitución subjetiva. Son como bebés: siguen viviendo en su prehistoria, en su espejo lacaniano, en su perversidad. Pero son bebés grandotes y peligrosos, capaces de portar cacerolas destituyentes, armas en la cintura, ideologías despreciables y/o fusiles genocidas. No gritan pidiendo la teta de mamá, gritan pidiendo la sangre de los pobres.





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